Edward Hopper en el Thyssen
Por el momento, en este post, voy a comentar mis apreciaciones sobre Edward Hopper (1882-1967) pintor estadounidense que se aparta del impresionismo, de las vanguardias y de la influencia de la pintura europea para centrarse en una pintura de cierto costumbrismo norteamericano, con escenas de la vida cotidiana pero también paisajes solitarios, llenos de misterio.
Curioso, pocas veces hombres solitarios, casi siempre mujeres en soledad pensativas, abstraídas, melancólicas, esperando no se sabe qué. Cuando uno contempla estas ventanas íntimas trasciende más allá de la propia escena y se pregunta el porqué de la situación adentrándose en el estado anímico de los personajes ¿Qué estará pensando la mujer del piano que toca las teclas de forma ensimismada y aburrida? ¿Será ésta una pareja feliz? ¿Y esta otra mujer que sentada en la cama mira por la ventana el infinito sin ver? ¿En que estará su mente divagando? ¿Quizás en un amor perdido? ¿Y el hombre que fuma el cigarro y mira por la ventana con aire de tramar algo? Parece que sonría pensando en su próxima escapada mientas la mujer absorta en su lectura parece resignarse a su destino. Esa es una de las mayores cualidades de Hopper: el espectador es libre de dejar volar su imaginación creando sus propias historias sugeridas por la escena representada.
En cuanto a estas escenas realista/surrealistas, en que los personajes se hayan ubicados en lugares absurdos o imposibles, como en «Grupo de gente al sol» donde unas personas en el edificio e un paraje desértico parecen mirar alguna cosa desconocida, absortos en no se sabe qué y que el espectador intenta conocer sin conseguirlo ; o en «Mañana en Carolina del Sur» donde una mujer exageradamente bien vestida para el lugar donde se encuentra y apoyada en la puerta de un edificio ubicado en un lugar desértico parece estar esperando a alguien ¿Quizás la llegada de alguna persona que nunca llegará? ¿Qué puede hacer esta mujer aparentemente tan urbana en un paraje semejante? O el hombre de la gasolinera que en una carretera desértica y sin coches, fumando y con aire aburrido parece ajeno y absorto a las palabras de su mujer ¿qué le estará diciendo esta abandonada ama de casa? ¿quizás una simple consulta doméstica o le está recriminado alguna cosa? Y otro tanto en «Oficina nocturna», donde la voluptuosa secretaria parece querer insinuarse a su compañero de trabajo (quizás su jefe) que está verdaderamente distraído en su trabajo ¿Mira la mujer el papel caído que quizás ella misma ha tirado al suelo para llamar la atención del hombre? ¿Conseguirá su propósito? Tampoco nunca lo sabremos.
En cuanto a sus misteriosas casas, prototipos de una película de Hitchcock también están llenas de misterio (el propio director reconoció expresamente la influencia de Hopper en la composición de sus escenarios exteriores y en la ambientación de sus películas, como la casa de los Bates en Psicosis). Estas casas ubicadas también en parajes solitarios, muchas veces absurdos, sin personas, sin animales, junto a railes de trenes, soleadas a veces, otras nocturnas , en algunas ocasiones con personajes indiferentes en sus balcones, como esta madre e hija en «Luz de sol en el segundo piso», tan púdica la madre y tan osada la hija con su parcial desnudez y sin embargo indiferentes la una de la otra ¡Que misterio dentro de la total normalidad! Esta es la magia de Hooper, que nos acerca a lo cotidiano dejándonos sumidos en la interrogación, todo ello junto a unas composiciones extremadamente inusuales, a veces en contra de los cánones de composición, con planos cortados que nos hacen ir más allá del cuadro, planos creados muchas veces de forma artificial en los que las luces y las sombras duras y cortantes crean ese misterio que nos atrapa y nos hace entrar en el cuadro como si de una puerta prohibida se tratase ¡Grande Hopper, consigues crearnos emociones!












